P. Gustavo Casas sj, 53 años de filosofía en la Universidad Católica de Córdoba (UCC)

Nací en Rosario (Santa Fe), el 12 de octubre de 1919. Mi familia procedía de Córdoba. Éramos 9 hermanos: 3 varones y 6 mujeres. Yo era el menor de todos. Mi padre y mis dos hermanos varones eran abogados, y mis hermanas, maestras o profesoras. Los primeras letras me las enseñó mi madre, así fue cuando me llevaron al colegio primario me ofrecieron pasarme directamente a segundo grado, porque no había jardín de infantes. Era una Escuela primaria del Estado. El catecismo se enseñaba en casa, porque éramos una familia católica tradicional, las mujeres más practicantes, los varones menos. El secundario lo hice en el querido Colegio “Sagrado Corazón” de los Padres Bayoneses, lo mismo fue para mis hermanos. Ellos eran muy franceses todos y esa fue la lengua que me quedó después. Allí me fui entusiasmando con la Acción Católica y las Conferencias Vicentinas de visita a los pobres. Estas dos cosas son importantísimas en mi vida. Del 1933 al 1938, justo cuando surge la Acción Católica en la Argentina, después del congreso nacional con Pío XII. Al terminar ingresé a la carrera de Ingeniería Civil en la Universidad del Litoral, donde llegué hasta tercer año. Allí participé de la vida universitaria activamente. Eran los años de la Segunda Guerra Mundial (varios amigos murieron allí), hecho muy importante para mí porque marcó el heroico “todo o nada” de mi vocación. No era una cosita que la íbamos madurando. Yo creo que si me examinaran ahora no me admiten hasta que madure (risas). La prueba está en que a los dos días me quise escapar y el P. Sponda sj me ayudó mucho a perseverar. Entonces sufrí una crisis vocacional y el día de la Entronización de la Virgen del Rosario, durante la gran fiesta pública que se celebró el 7 de octubre de 1941, sentí claramente que el Señor me llamaba a entrar a la Compañía de Jesús. Si bien no conocía ningún jesuita (salvo por la historia del P. Fourlong, sj), influyó mucho el que nuestra casa de campo en las Sierras de Córdoba, donde pasábamos todos los años largas vacaciones, estaba situada en Santa Rosa de Calamuchita, un lugar paradisíaco, impregnada por la historia de los jesuitas, de los cuales mi padre era un admirador. En efecto, allí estaban las ruinas de la Estancia “San Ignacio” que servía de apoyo económico de la Casa de Ejercicios que funcionaba en la ciudad de Córdoba durante la colonia. En el mismo noviciado de san Alberto Hurtado sj Así, el 11 de marzo del año siguiente (1942) ingresé en el famoso, Noviciado de la calle Buchardo, y tuve por maestro de novicios al siervo de Dios P. Mauricio Jiménez sj, un español que era un caballero un santo que nos transmitía paz. Mi ángel fue el p. Carlos Sponda, sj a quien conocía desde la ACA. Y me salvó varias veces la vocación. ¡Menos mal que no salí! Terminando felizmente el Noviciado, hice tres años de Juniorado estudiando latín y griego en los autores clásicos, a través de las clases de los padres Rosés y Vicentini, principalmente. Eran los cursos que entonces se denominaban; “media”, “suprema” y “humanidades”. Esto fue todo un descubrimiento porque venía de las ciencias, la matemática especialmente. Y el humanismo me conquistó de una manera notable. “Esta fue mi cruz más fuerte. ¡Justo en ese momento de mi vida!” Me enfermé, entonces, seriamente de los pulmones, teniendo que interrumpir los estudios durante tres años (1947-1949). Este fue un punto crucial en mi vida, porque yo era un tipo muy sano. Era fuerte para las caminatas, y eso me llevaba incluso a algunos excesos. Pasó que descuidé un refrío un invierno y al verano se me declaró tuberculosis. Era fatal en muchos casos. Y la única cura era el aire y el reposo. Esta fue mi cruz más fuerte. ¡Justo en ese momento de mi vida! Fue un corte abrupto en la formación. Y uno pensando en las cosas de Dios dice: “¡qué maravilla la Providencia de Dios pero qué fuerza tiene que dar!” Estuve internado en el Hospital Español de Córdoba durante 6 meses, donde me intervinieron principalmente en 5 oportunidades. Al final, gracias a Dios y al acompañamiento constante de los jesuitas, día y noche (porque nunca estuve solo y siempre tuve un jesuita a mi lado ya que cuidarme era un oficio más de los junionres), pude salir a flote, y paso a paso. Y esto fue muy importante porque podría haberme ido a mi casa tranquilo y gracias a la Compañía seguí. Y esto hace ver lo que es la Compañía. Ya en nuestra casa, irme disponiendo para venir al Máximo para hacer la filosofía. Esto pudo concretarse en el año 1950 y 1951. Yo deseaba tener clases porque estudiaba solo. El año siguiente pasé directamente a Filosofía como un alumno más porque pedí rendir. Mis grandes maestros fueron entonces el P. Pita en Filosofía, y los PP. Álvarez, Alonso y Larrea en Teología, entre otros. La ansiada ordenación llegó el 7 de diciembre de 1954, aquí en la Capilla del Máximo. La vida de sacerdote comienza con la Revolución El año 1955 pasó la preparación del llamado “Examen ad gradum” (y los trastornos de la Revolución de Perón contra los curas, con innumerables peripecias). Aquí en el Máximo varios curas fueron presos, por eso tuvieron que irse y quedamos los teólogos de cuarto año que éramos sólo 6 en todo el Máximo. Cuando venía la policía les decíamos, para no mentir, que éramos sólo estudiantes, sin decir que ya éramos curas. Mientras atendíamos a las monjas. Universidad Católica de Cárdoba: “La vida universitaria es un don” Por fin en marzo del 56 rendí y aprobé el Examen. Y el Provincial me destinó, evidentemente por mi salud, a Córdoba: haría Tercera Probación como P. Espiritual de los juniores, y la actividad pastoral la realizaría con el P. Camargo, que, en lo que había sido el Colegio “San José” recientemente creado, había convocado la gran tarea de crear la Universidad Católica de Córdoba, la primera Universidad privada del país. La primera promoción fundadora del “Instituto”…, fue el 8 de junio del 56. Yo me sumé al grupo sólo un año después, en julio del 56. Este fue el único “Pax Christi” que se me dirigió en toda mi vida de jesuita, de manera que desde esa fecha ininterrumpidamente, hasta el 20 de agosto de 2009 en que volví a la Enfermería de Provincia, han pasado la friolera de 53 años continuados en el mismo destino. Que hayan pasado volando para mí significa que han sido años maravillosos. A la vez se trata de un apostolado quizá muy ingrato, porque es indirecto y porque las gratificaciones las recibí cuando la gente crecía, mientras sos el “profe”. La vida universitaria es un don que hay que cultivar. La actividad concreta fue la del magisterio de una “formación humanista y cristiana”. Era lo que más me gustaba hacer: dar filosofía a gente que no es filósofa, es decir, de otras carreras. Además, durante ese tiempo, me tocó la época de la guerrilla donde desaparecían alumnos. También iba a confesar a la Iglesia de la Residencia y fui Capellán del Colegio de las hermanas de Jesús María. Para más datos, me remito a los Prólogos de mis únicos libros de textos que están publicados por la Editorial de la Universidad.

P. Enrique Fabbri, sj Sencilla experiencia de 91 años

No me siento aún envejecido porque sigo siendo ágil para el cambio y la evolución, pero me experimento ya anciano porque no me encandila lo nuevo por ser nuevo, ni defiendo lo viejo por ser viejo, sino que sé saborear discretamente uno de esos tantos dichos de los pueblos rebosantes de sabiduría: “no es oro todo lo que reluce”. Bien se dice que la esclerosis vital no es patrimonio exclusivo de los hombres de mucha edad.
Donde no hay curiosidad, interés, aventura, aceptación, confianza, elegancia y humor, allí ya está instalada la vejez, porque ha fallado la juventud en la que el hombre aprende hacer anciano al crecer en la sabiduría.
Cuando el acrecentamiento de los achaques de la vejez, que aparecen como preanuncios de una muerte próxima, bloqueen la manifestación de los valores creativos y contemplativos en que uno ha querido vivir durante toda su vida, ojala pueda seguir siendo testigo de todos los valores humanos y religiosos que quise cultivar en mí mismo y en mis relaciones.
Y al llegar a anciano he aprendido la última lección que puedo dar en esta vida: la del agradecimiento. Sentirme feliz y sonriente en el gesto humilde y manso de recibir cuidados y atenciones, para que los que se desviven por mí se sientan también felices. Amar es también saberse lleno de gozo al agradecer a los otros por el modo como colman nuestra propia pobreza.
El dolor de la muerte adquiere sentido cuando uno lo empapa de sabiduría. Entonces, no deja de ser doloroso, pero se impregna de un abandono confiado, fruto del cariño que cuenca muere, cuando uno se despide definitivamente de los seres y se apronta al abrazo final con Aquel que me “amó hasta el fin” (Jn 13,1). Por eso en él, con él y por él acepto los misterios de mi vida y de mi muerte con todas sus circunstancias, muchas de ellas inexplicables, y me sumerjo en la esperanza que se ha empeñado en mantenerme abierto al amor misericordioso de Dios, en la cual, aunque no todo se entienda, todo se puede vivir en la confianza de su promesa.
Entregar de este modo la vida a Dios es la mejor manera de recuperarla en una misteriosa dimensión superior: “El que tiene apego a su vida la perderá, y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna” (Jn 12, 25). El verdadero anciano, al morir, no se hunde en el ocaso de la noche oscura, sino que surge en la luminosidad resplandeciente de una alborada eterna.

Alberto Aguirre, sj “Sólo quiero estar insertado en lo que ha de crecer”

Soy Alberto Luis Aguirre S.J., nacido el 10 de noviembre allá lejos en el tiempo, ingresado a la Compañía de Jesús el 11 de marzo de 1951.
Recibida mi ordenación presbiteral en 1963, aprendí con otros jesuitas a ser y trabajar como “amigos en el Señor” en tres sucesivas pequeñas comunidades. Con ellos residí “apretadamente” en departamentos de 3 y 4 ambientes entre los años 70 y 78.
Recogiendo un germen nacido en el 5 año de mi bachillerato, aprendía a desarrollar y expresar mi interés por la cosa pública en el CIAS (Centro de Investigación y Acción Social) de la Compañía de Jesús, en Buenos Aires, y en los “coloquios de Agrelo”(Mendoza) realizados para dirigentes de la sociedad mendocina.
Para mi modo de actuar por el Reino, como vocación particular, lo vengo viviendo desde muy joven, en mi parroquia bautismal de San José de Flores (Bs. As.) y luego como jesuita, a favor de la formación cristiana de otros jóvenes, mientras dejaba de ser joven.
Habiendo dejado atrás la juventud, cuando en 1985 puse mis huesos al servicio del Movimiento Juvenil de Peregrinos, logré expresar en palabras el ideal que desde siempre me inspiró: “Sólo quiero estar insertado en lo que ha de crecer” (adaptación libre de una frase del P. Teilhard de Chardin). Lo cual me ha permitido gozar de la opción por actuar en procesos humanos fecundados por la gracia de Dios.

La vida de jesuita:

1- ¿Es posible comenzar preguntándole acerca de algún dato esencial de su biografía?
Sí, es posible... yo soy un jesuita que felizmente lleva 60 años como tal.
2- ¿Por qué jesuita? ¿Qué es ser jesuita para ud.? ¿Cómo experimentó su vida en formación dentro de la Compañía? ¿Qué experiencias lo marcaron profundamente en sus primeros años de jesuita?
Jesuita, porque así lo decidí hace 60 años, tras 4 años de luchas interiores, superados en total libertad con la ayuda de un sabio jesuita (P. Achaval), y el testimonio cotidiano de la relación con otro jesuita (P. Bullrrich) con quien trabajé estrechamente en la dirección de las congregaciones mariana. Ser jesuita, para mí, ha sido consagrar mi vida a Dios en la obra de Jesús; más concretamente, en el acompañamiento de jóvenes en un proceso de vivir la fe en la vida. Totalizar lo que ya hacía en las congregaciones marianas la formación la viví en  esperanza, superando mi costosidad en los estudios. No puedo decir mucho más acerca de las experiencias que me marcaron entonces.
3- ¿Qué sueños se han visto realizados en tantos años de Compañía? ¿Qué misiones tuvo en la Compañía y qué significaron para su vida? ¿Qué campos apostólicos?
Particularmente los sueños en relación con el acompañamiento de jóvenes, particularmente realizados en el Movimiento de los Peregrinos, en forma análoga -respetando las distancias- a lo antes realizado en las Congregaciones Marianas. Siempre tuve misiones en esa línea, con el acento puesto en despertar y acompañar procesos. Ello ha sido y es todavía la alegría de mi vida. Además, he escrito mucho para acompañar la reflexión personal en la vivencia de la liturgia
4- ¿Cómo vivió los tiempos de crisis personales, de la Iglesia, del mundo? ¿Cuáles fueron sus momentos más decisivos?
Los viví en esperanza, serenamente, por estar inmerso en la misión, de modo que se me hace difícil, insuperable, el intentar señalar los momentos más decisivos.

La vida en misión:
5- ¿Cómo definiría su estilo de trabajo? Si tuviera que elegir algunos baluartes en su vida, ¿cuáles serían?
Acompañar, en reflexión, en mi mesa de trabajo y de diálogo pastoral, escribiendo mucho para orientar diversos grupos, enriqueciendo la temática de esos escritos con la lectura de autores como Anselm Grüm y otros. Allí residen los baluartes de mi vida.
6-  ¿Qué han significado los compañeros, los amigos y amigas para su vida? ¿Cómo ha experimentado el compañerismo, la amistad?
La amistad en el acompañamiento ha sido, y es, invalorable, con profundidad afectiva. Cuánta vida!!!

La vida en el Espíritu:
7-  ¿Quién es Jesús para ud? ¿Cómo ha experimentado en su vida el Reino que Él anuncia?
Jesús es para mí la cercanía de Dios entre los hombres. Lo veo (sin poder verlo de otro modo) indisolublemente ligado al anuncio y realización de su Reino. De este modo lo siento vivo en mi existencia, especialmente en la misión.
8- Mirando hacia atrás ¿Cuál podría decir que es el núcleo de nuestra espiritualidad para usted? ¿Qué significan los EE para ud., cómo los ha vivido a lo largo de los años?
 En lo que acabo de expresar descubro el núcleo de nuestra espiritualidad: la búsqueda permanente de Jesús y su Reino. Los EE. Son el momento privilegiado para esa búsqueda, la actualización de la autenticidad de la propia vida en el Espíritu
9-  ¿Qué le diría a alguien que quiere ser jesuita?
Al que me diga que quiere ser jesuita procuraría animarlo con mi testimonio, con mis propias vivencias, con mi alegría.
10- ¿Qué le diría a un laico comprometido?
Mis acompañados me reflejan que los jesuitas actualmente somos elegidos por los laicos como representación preferencial de la vida eclesial. Eso anima especialmente mis esperanzas, de tal modo que no puedo concientizar temores concretos, ni antes ni ahora.

El padre Juan, un sacerdote que hace camino al andar “Estoy felizmente arruinado”

El padre Juan, un sacerdote que hace camino al andar
“Estoy felizmente arruinado”

Miércoles 15 de junio de 2011 Salta. TRILCE LOVISOLO, EL TRIBUNO

Hoy es un gran día para el padre Juan Schak, sj párroco de la Iglesia San José Obrero: se cumplen 50 años de su ordenación sacerdotal, cuando tenía 32 años.
Nació en Wisconsin, Estados Unidos. Era el menor de cinco hermanos (tres hermanas mayores y un hermano que le seguía a él, pero que murió de pequeño). Siendo niño otra muerte golpeó su vida: la de su padre. Su madre era maestra. En la escuela secundaria empezó a pensar en la posibilidad de dedicarse al sacerdocio, pero rápidamente quiso convencerse de que no era una buena idea, le contó ayer a El Tribuno. A modo de anécdota el padre contó que en una oportunidad, para “impresionar a las chicas” hablaba sobre sus inquietudes de ser cura, sin saber que, ciertamente, ése sería su destino. También comentó que le gustaban los bailes estudiantiles y que jugaba fútbol americano.
En la universidad comenzó la carrera de ciencias exactas que abandonó en tercer año luego de darse cuenta de que lo que realmente quería era ser un hombre de Dios. “No es que no me gustase esa carrera, pero yo pensaba: cambiar a Dios por algo que fue creado por él no es negocio” (risas).
Antes de venirse a Argentina vivió dos años en Colombia, donde aprovechó para estudiar español.
Hace 46 años, el arzobispo de Salta, monseñor Roberto Tavella quiso fundar una universidad en la provincia y, entonces, envió una carta a Wisconsin, en la que pedía que viniesen sacerdotes jesuitas para fundar esta casa de altos estudios (Universidad Católica de Salta). Fue así como el padre Juan Schak, junto al padre José Lally, vinieron a esta provincia.
Su primer destino fue Molinos, en los Valles Calchaquíes. Tenía 36 años y estuvo allí cerca de dos años. “Era muy ágil, trepaba los cerros... Molinos era un pueblo inhóspito, pero la calidez de su gente me cautivó”, recordó. Luego anduvo por muchos otros pueblos calchaquíes y más adelante vivió 20 años en Anta.
En agosto de 1988, el arzobispo ordenó trasladar al padre Juan a San José; había muerto el padre José Lally. Hace nada menos que 23 años que el padre Juan está en la parroquia.
Según dijo, es muy distinto ser sacerdote aquí que serlo en Estados Unidos. “Acá uno se convierte en un integrante más de la familia de las personas, no es un funcionario. La cultura acá es muy distinta, la gente es muy afectuosa”, remarcó.
“¿Cuáles son los mejores recuerdos que tiene de su trabajo en Salta?”, interrogó El Tribuno. Respondió: “Tienen que ver con los enfermos. Es increíble cuando uno ve que hay personas que sufren horrores pero que al mismo tiempo son muy nobles, no se quejan y aman a Jesús. Eso me impacta mucho”.
¿Y cómo está el padre Juan de salud? El afirma: “Estoy felizmente arruinado”. Sus palabras hablan del deterioro natural que la vejez, inevitablemente, trae al cuerpo. “Cada día vivido es mejor al anterior”, concluyó el padre.

Carlos Carranza sj, 86 años y con el entusiasmo a flor de piel

Carlos Carranza sj,
86 años y con el entusiasmo a flor de piel



La vida de jesuita:

1. ¿Es posible comenzar preguntándole acerca de algunos datos esenciales de su biografía? ¿Qué referencias mínimas darían cuenta de quién es ud?

De familia cristiana –nada extraordinario- clase media ámbito de reunión, cariño, abuelos y padres modelos, unos de responsabilidad, otros de sentido religioso, otros de humanidad y trabajo.
Cursando el 5º grado en el colegio salesiano y al cumplir los 13 años acepto vivir en el Seminario (1931) de Córdoba … donde se prolonga con naturalidad la vida de  mi colegio sin que el “sacerdocio” constituyera una consciente opción que le diera sentido al plan de existencia que me ofrecía el Seminario. Hasta que a los 19 años entro en crisis y llegó el cambio con la esperanza de que el mismo que me llamó (1944) me hiciera saber qué hacer con mi persona y entonces me entregué sin “conocer” la Compañía de Jesús. ¡Tal cual!
El Seminario y la familia requirieron razones del cambio… pero no quedaron satisfechos y yo con el tiempo, fui entendiendo lo que me ofrecía la Compañía de Jesús. NB. No tengo ningún reproche que hacer a los Superiores y compañeros del Seminario que me recibieron con mucho afecto y me iniciaron en la vida clerical.
2.  ¿Por qué jesuita? ¿Qué es ser jesuita para ud? ¿Cómo experimentó su vida en formación dentro de la Compañía? ¿Qué experiencias lo marcaron profundamente en sus primeros años de jesuita?
 No tuve que hacer discernimiento entre la Compañía y otras  instituciones religiosas, el llamado fue a la Compañía ¡sin discusión!
Desde el punto de vista de la Institución ha que leer, vivenciar, encarnar las Constituciones y desde el punto de vista de la espiritualidad hay que profundizar y asimilar la “experiencia mística” de San Ignacio.
Toda la formación ha sido mi esfuerzo acompañado para entender las Constituciones y conocer la persona del Ignacio y su carisma. En ese esfuerzo me han ayudado el aporte de las congregaciones generales y el luminoso ejemplo de jesuitas santos y sabios que tuve el privilegio de conocer. El espíritu Santo (de quien soy fiel devoto) se hizo presente en este itinerario, como al comienzo.
Fundamental cambio en la experiencia del mes de EE que concluyó justamente el día de Pentecostés con un gran gozo intenso que hizo época en mi vida. El año 1949 estando en Filosofía se repitió parcialmente este gozo cuando en momentos de desolación  abro el Salmo 17 (“Yo te amo Señor”) que hasta hoy es mi preferido.
3. ¿Qué sueños se han visto realizados en tantos años de Compañía? ¿Qué misiones tuvo en la Compañía y qué significaron para su vida? ¿Qué campos apostólicos?
Los votos primeros fue un punto de partida para entender por qué dejé el Seminario. El deseo profundo o sueño de mi vida (consulto mis apuntes) ha sido el conocimiento y el amor al Verbo Encarnado y consecuentemente el conocimiento de la Iglesia… y todo lo demás queda definitivo a mi permanencia en la Compañía de Jesús.
El ejercicio de la misión apostólica comienza en Don Alonso (hoy San Alonso) siendo teólogo primer encuentro directo con el pueblo de Dios y los pobres. Esta pastoral con los pobres ha ocupado un lugar prolongado en mi vida sacerdotal: en don Alonso cinco años, ocho años en Santa Fe y treinta y cinco en Barrio Pueyrredón en Córdoba hasta que el Señor me llame a su Barrio.
La experiencia de tres “misiones urbanas”, Chaco, Córdoba (1959) durante la tercera aprobación fueron determinantes para una preparación intelectual, afectiva y práctica del ejercicio de la misión pastoral: “Cómo evangelizar”
Esas misiones y la de Buenos Aires (1960) significaron el descubrimiento de lo que esperaba de mí el pueblo de Dios y especialmente los jóvenes a quienes me he dedicado el más extenso tiempo de mi vida sacerdotal… Esta dedicación comenzó con mi magisterio en el juniorado de Córdoba allá por los años (1951-1953) (¡saquen la cuenta!)
A los jóvenes debo mi permanente buen humor y optimismo, mi sim-patía a saber: alegrarme, sufrir, caminar, cantar, jugar, rezar con ellos, animarlos, educarlos, enseñarles, hablarles del Verbo Encarnado… (El Catálogo dice “año 51” de magisterio. ¿Habrán hecho bien las cuentas?)
La Compañía de Jesús puso a prueba mi capacidad para el gobierno (nada extraordinaria); en Santa Fe coordinador de la pastoral del Colegio de la Inmaculada (1961-1969); rector del Colegio Sagrada Familia en Córdoba (1970-74) y superior de la Comunidad donde no demostré mucha sabiduría. Nuevamente superior de la Sagrada Familia (1995-2001).
Bienio en Bélgica donde descubrí la universalidad de la Compañía. La integración de la UCC ha sido y es el mejor período de mi vida en la Compañía (desde 1976).
4. ¿Cómo vivió los tiempos de crisis personales, de la Iglesia, del mundo? ¿Cuáles fueron sus momentos más decisivos? ¿Qué lo ayudó a vivirlos?
La crisis de las instituciones se intensifica en la década del 60… el Concilio Vaticano II, el CELAM en Medellín… fueron el aporte de la Iglesia a los signos problemáticos de Latinoamérica en el orden espiritual, social, económico y político y declaró que la Iglesia de Jesucristo debe ser el “sacramento de Salvación” para el mundo que le toca vivir y evangelizar; hay que comprender y estar en ese mundo… por esa puerta abierta han pasado muchos hermanos nuestros, algunos con una opción difícil de explicar.
Fue un verdadero desafío al cual debía responder o dentro o fuera de la Compañía. Con Luis Totera amigo y hermano hicimos discernimiento y la conclusión: “nos quedamos”.  Sufrimos la salida de los sacerdotes.


La vida en misión:

5. ¿Cómo definiría su estilo de trabajo? Si tuviera que elegir algunos baluartes en su vida, ¿cuáles serían?
Según G. Nadal el estilo de San Ignacio era “contemplativos en acción”, según el modo de la contemplación para alcanzar amor  [EE 230-237]. Dediqué muchos esfuerzos por comprender e integrar en mi vida el sentido de la “contemplación” como disposición integral para la relación personal con el Verbo Encarnado y el Espíritu Santo que nos habita… y de allí a toda la dinámica pastoral. (NB. La mística cristiana es el tema de mis lecturas hace cinco años.)
El baluarte que más define mi estilo es la “predicación de la palabra” que asumí como un don particular. He ordenado en cuatro carpetas con tarjetas de fichas los puntos de mis homilías dominicales (1996-2004), preparación cálida de la “palabra”, fruto de la contemplación.
6. ¿Qué han significado los compañeros, los amigos y amigas para su vida? ¿Cómo ha experimentado el compañerismo, la amistad?
He anotado en el ítem 3 lo que ha sido siempre mi relación con los jóvenes… he sufrido sus crisis y sus desorientaciones en estos últimos 50 años de convivir con ellos, por eso aprendí a tocar guitarra, organizar campamentos, atenderlos en sus problemas humanos y espirituales… etc., todo lo cual ha significado una total entrega y un gozo interior por los frutos obtenidos, el afecto personal ofrecido ha sido plenamente correspondido con demostraciones reiteradas de respeto, cariño y de sincera amistad.
La relación con mis hermanos jesuitas no es fácil de clasificar con adjetivos, la actitud fundamental ha sido y sigue siendo el respeto, la colaboración, una convivencia en la cual ninguno provoque malestar, desconfianza, desinterés o frialdad afectiva, aunque haya diferencias en algunas ideas. Recuerdo como un don del Señor la amistad con Luis, no hubo otra igual. Vivió sus últimos años en la comunidad donde yo fuera superior y lo asistí en su muerte.
En lo referente a la amistad, relación con “las jóvenes” se debe entender como lo dicho en el ítem 6.
No faltaron en mi vida de sacerdote algunas amistades femeninas que pusieron a prueba mi condición de célibe. En las personales crisis afectivas tuve que luchar para ubicarme yo mismo y la amistad insistente de la mujer con oración, con austeridad, con claridad… la mujer con frecuencia va más allá del respeto, la admiración sobre todo si se trata de un clérigo joven, etc. NB confieso que en algunos casos he sido un poco ingenuo y condescendiente.
Hoy disfruto de la amistad madura de una persona que me ayuda y me quiere con inteligencia y delicadeza.
7. ¿Qué significa la Compañía de Jesús para la Iglesia actualmente?  ¿Qué esperanzas y temores lo acompañan a esta altura de su vida con respecto a la realidad que vivimos?
A esto yo respondería con el párrafo 9 del decreto 1 de la congregación General 35. Temor, preocupación permanente para mí es el “laicismo” como una ausencia, prescindencia de lo trascendente en todos sus ámbitos de la vida humana. Los nuevos “ídolos” que sustituyen al Dios de la revelación son cada vez más poderosos. Para ofrecer una existencia cada vez más fascinante, más superficial, más sin sentido, sin verdaderos valores. El laicismo –que no es ateismo- ha sido uno de mis temas preferidos en la predicación y las clases en la UCC.
Temo además que en la formación de mis hermanos SJ no se alcancen los grados altos de la contemplación y de la unión personal con Dios Padre y el Verbo Encarnado en el Santo Espíritu. NB A esto nos ayudaría la lectura de los místicos.

La vida en el Espíritu:

8. ¿Quién es Jesús para ud? ¿Cómo ha experimentado en su vida el Reino que Él anuncia?
La adhesión y el amor al Verbo Encarnado comenzó a ser preocupante, urgente y fascinante cuando en la 2da semana de los Ejercicios Espirituales pedí a Dios Padre “conocimiento interno” del Señor… [104] entusiasmo que se me ha renovado año a año hasta el presente (Cf. Mis apuntes de EE).
Durante  el teologado leí gran parte de los libros sobre “Jesús, su persona y su mensaje” y el carácter sacerdotal del Hijo de Dios es lo que particularmente me ayudó a comprender mi entrega y responsabilidad por el Reino, conforme a la meditación de las dos Banderas de San Ignacio  [136-147]. La adhesión parte del amor de su Palabra, de allí al amor de la Celebración Eucarística, de allí al amor de la cruz, de allí el ejercicio de la contemplación del misterio salvífico como lo proclama Pablo en Ef. 1, 3-10.
Mi experiencia puede definirse con el servicio permanente y la mediación sacerdotal a partir del impacto que me producen los acontecimientos nefastos del mundo actual, de las crisis de la Iglesia, de los cristianos o el desprestigio de la SJ. NB. Rezo y sufro leyendo el periódico cada día.
9. Mirando hacia atrás ¿Cuál podría decir que es el núcleo de nuestra espiritualidad para usted? ¿Qué significan los EE para ud., cómo los ha vivido a lo largo de los años?
En este punto aprendí mucho de Arrupe cuando escribió sobre el núcleo de nuestra espiritualidad el “sensus societatis” que es una concreción ignaciana del “sensus Christi” al que aspira todo jesuita que, por hipótesis, tiende a identificarse con Cristo, sobre todo a través de su profunda experiencia cristológica que son los EE (Cf. El modo nuestro de proceder, Nº 15). Con sabiduría la SJ exhorta (obliga) a todos los jesuitas dedicar los ocho días anuales a renovar la adhesión y entrega a Cristo y la Iglesia en el silencioso e íntimo diálogo consigo y con el Rey y Señor. Volviendo al comienzo de mi historia quiero dar gracias al Espíritu Santo por haberme concedido la inmerecida gracia  de haber dejado el Seminario para integrarme en la comunidad de la SJ que me acompañó en este itinerario con sabiduría, austeridad y profundidad.
La verdad y el valor de la SJ es la seriedad y eficacia del plan humano y de santidad que propone, contando con la personalidad subyugante del Maestro Ignacio, la síntesis ascética y mística de los EE y el encuentro gozoso con Jesucristo muerto y resucitado, el amigo incondicional, el jefe victorioso, el Dios Soberano plenitud de nuestra vida temporal y el Señor (kayrós) que nos espera en el reino Celestial [95]- NB. Nada tengo que reprochar al Seminario, fueron siete años felices.
10. ¿Qué le diría a alguien que quiere ser jesuita?
Todo lo aquí escrito no expresa la totalidad de lo que el Espíritu Santo realiza en lo más íntimo de nuestro ser personal donde Él está.
Si una persona normal y sincera deplora la figura distorsionada del hombre de nuestro mundo actual, ese sentimiento, como voz interior, puede ser el toque del Espíritu Santo, para buscar un ámbito donde pueda encontrar el “sentido de la vida”. La experiencia de Iñigo sigue siendo modelo de lo que Dios puede y quiere hacer con y de nosotros. Así fui llamado yo el 4 de junio de 1944, fiesta de la Santísima Trinidad.
Hay que tener en cuenta que no pocas veces el Espíritu Santo irrumpe como un vendaval en nuestros deseos, incertidumbres, desesperanzas y amores.
Yo le preguntaría si está dispuesto a dedicar su vida al servicio de los prójimos, a ese hombre desquiciado en cualquier parte del mundo por amar  y servir a Jesucristo  [94]. La Compañía lo prepararía para tan noble plan de vida.
Con sencillez y sinceridad he escrito “algunos” de los acontecimientos –que yo llamo salvíficos- en los que yo he sentido la presencia del Espíritu Santo que por pura gracia divina llamó a este adolescente (19 años) tan insignificante e imperfecto para hacerlo apóstol de Cristo en su Reino.
Me pareció una interesante propuesta para descubrir la misteriosa acción del Espíritu Santo en la vida de algunos jesuitas que estamos todavía (86 años) peregrinando con Ignacio para “facer” los grandes proyectos que nos propone el Rey y Señor y la Santa Madre Iglesia.
Espero haber satisfecho lo que se pedía.
Muchas gracias por haberme elegido para redactar esta “anámnesis” de acción de gracias.

C. A. Carranza.

El hermano Humberto Massin sj, una historia con lujo de detalles


Una pequeña historia de mi vocación.

El párroco de mi pueblo que era Mons. Marozzi en 1941, yo tenía cumplidos entonces 17 años, dijo que vendría a dar un retiro un padre jesuita a varios grupos. Para los jóvenes sería sábado por la noche, para los que querían confesarse y una pequeña homilía. Yo fui a confesarme y al terminar me dice si quería ser Hermano jesuita y le dije que no. Yo no tenía idea de esos Hermanos, ni de los jesuitas y le dije que no. Me preguntó si venía al retiro y le dije que sí. Entonces me dijo: “Entonces mañana hablamos”. La misa fue luego a las 7 y después retiro hasta las 18 hs. A la tarde me llamó, hablamos y mi negativa seguía. “Bueno, le mandaré un folletito para que vea lo que es un Hermano”. Nos saludamos y cada uno fue por su lado.

Después pasó un mes, dos meses y yo pensé: “se olvidó” y me puse contento, pero al tercero llegó. Empecé a leerlo y por la mitad, no sé si leí mal o estaba mal escrito, entendí: si no te hacés religioso, te condenás. Me dio rabia y pensaba: así todos los otros se condenarán. Lo agarré, lo puse debajo de otros libros y no lo leí más.

Al año siguiente el mismo tipo de retiro, y fui, pero preocupado que vendría con el mismo tema. Terminó el retiro sin decirme nada y quedé contento porque pensaba: “menos mal, ya se olvidó”.

El año siguiente 1943, el párroco dijo: “este año el retiro será para las chicas y los muchachos de tres días y sin ir a la casa.” Fui al segundo día, dijo que los que querían hacer una confesión general, que se anoten y él los iría llamando. Fui y al terminar salió con el mismo tema.

Yo le dije que ya me había hablado y que no me gustaba. Dijo “ah sí, no me acordaba”. Yo ponía a papá que no va a querer para salvarme y quedamos en nada. Me preguntó si tenía algún primo. Le dije que sí, salí y le dije “el padre te quiere hablar”. Fue cuando terminó, nos juntamos para hablar de ese asunto y nos desanimábamos uno al otro. Y él me dijo: “Le voy a decir que no voy a ir” y le dije que lo dijera también por mí porque yo tenía miedo de ir a decírselo.

Dijo Jesús: “yo los elegí a ustedes, no ustedes a mí” (Jn 15, 16). Esa tarde, sábado antes de terminar, empezó la procesión por dentro. Esa noche casi no pude dormir por la lucha. Domingo a misa y seguía, vuelta a casa. Almuerzo con un pequeño acontecimiento porque Camilo llegó de viaje de la luna de miel. Por la tarde ensillar el caballo y a la función de la tarde ya con un poco de ánimo de hablar con el Padre sobre lo que me estaba pasando, y después de la función hablamos del problema: yo siempre en contra y no sabía qué hacer, pero él muy entusiasmado:

  • ¿Le dijiste a tu papá?

  • “No”, le dije.

  • “Dígale”.

  • “Dígale usted”, y así más o menos terminamos.

Saludos y fui a la Cooperativa a jugar al truco con chinchibirra y choricito, y el primo que fue al pueblo con sulqui. Le dije que quedara y yo lo llevaba en anca. Se terminó el truco y salimos con una linda luna. Un primo a caballo y yo llevando en anca al otro; el que está con el caballo a la casa fue la primera, así que quedamos con un caballo y dos pasajeros.

La de él estaba más lejos que la mía, lo llevé hasta cerca y en ese tramo le conté lo que pasaba. El padre viajaba el miércoles. Nos saludamos y le dije: “no sé lo que pasará, así que te saludo hasta cuando Dios quiera”. Esa noche dormí un poco más tranquilo, al levantarnos el lunes papá me dijo que atara los caballos al coche que iría al pueblo; después vino allí y me dijo:

  • Berto ¿qué estás pensado?

Un poco turbado le conté; me dice “¿y qué?”

  • No sé.

  • Bueno, yo voy a hablar con el párroco.

Volvió luego y me dijo:

  • El párroco te espera mañana a las 10.

Fui, hablamos del problema. Me pregunta si tenía novia. Algo hay, le dije, pero no hay compromiso. “Bueno si papá te deja andá porque hasta 10 años no hay compromiso definitivo”. Pero en esa época, si una chica o un muchacho iban para consagrarse y volvían a casa, era un deshonor para la familia. Llegué a casa. Papá me llevó a su pieza para ver cómo iba la cosa. Hablamos pero no sabía qué decir y me dijo:

- Te dejo un rato para que pienses.

Volvió:

-“¿Qué pensaste?” -me dice.

Fue un: “me voy”, con poco entusiasmo.

Luego el almuerzo y al terminar da la noticia y pregunta que qué dicen. Un silencio santo dice “si quiere que vaya”. Unas lágrimas de mamá y Carmen, y a preparar ropa y no había gran qué y al día siguiente ya salía para Santa Fe con el padre, y esa tarde fui a carpir maní.

Al día siguiente papá me llevó al pueblo y de allí el P. Mario nos llevó a Reconquista. Digo “nos llevó” porque iban otros dos, pero con la vocación para sacerdote. Agostini que se ordenó y Bianchi que salió.

  • ¿Por qué jesuita?

  • En esto hay que preguntarle al Señor, ni los conocía y ni qué eran los hermanos, etc.

  • ¿Qué sueños se han visto realizados en tantos años de Compañía? ¿Qué misiones tuvo en la Compañía y qué significaron para su vida? ¿Qué campos apostólicos?

-De aprender los oficios donde me mandaran los superiores, que fueron varios y que doy gracias a Dios y que los realizaba lo mejor posible. Compras, apostólicos estando en Mendoza, un poco de catequesis.

  • ¿Cómo vivió los tiempos de crisis personales? ¿Qué lo ayudó a vivirlos?

-Crisis personales a Dios gracias no fueron muchas, doy gracias a Dios de tener el coraje de hablar con los superiores y el confesor.


  • ¿Qué han significado los compañeros, los amigos y amigas para su vida? ¿Cómo ha experimentado el compañerismo, la amistad?

- En esto doy gracias a Dios, tengo muchos en todos los sitios donde estuve y fue y es una gran ayuda mutua en todo sentido.

  • ¿Qué significa la Compañía de Jesús para la Iglesia actualmente?

- Creo que en estos tiempos la Compañía va por buen camino, que está al servicio de la Iglesia Universal, a los pobres y gran respeto al Papa.

  • ¿Quién es Jesús para ud? ¿Cómo ha experimentado en su vida el Reino que Él anuncia?

- Para mí ha ido creciendo el conocimiento y amor a Jesús, de su entrega para la salvación de la humanidad, que a veces se nos pasa por alto, y pido poder llevar el mensaje del Misterio Pascual con alegría… pero… a veces, al medio día, me pregunto, con esa cara de hoy qué mucho podrás hacer.

  • Mirando hacia atrás ¿Cuál podría decir que es el núcleo de nuestra espiritualidad para usted? ¿Qué significan los EE para ud., cómo los ha vivido a lo largo de los años?

- Mirando hacia atrás y hacia delante, es una, así como se revisa y controla un motor para que siga dando servicio, son los EE anuales y dar gracias y ayuda para adelante, aunque a veces no es fácil.

  • ¿Qué le diría a alguien que quiere ser jesuita?

- Que le pida al Señor conocer su voluntad.